miércoles, 24 de agosto de 2011

Actores que manejan los hilos del poder mediático


NOTICIAS DEL PODER, DE JORGE HALPERIN

El mundo de la vida cotidiana, la fuente de las noticias, está formado por una sobreabundancia de acontecimientos, por lo que el aparato difusor de información debe seleccionar un número limitado de esos sucesos para ofrecer a la opinión pública. Pero ese recorte de la realidad no es azaroso ni está desprovisto de influencias externas sino que responde a distintos agentes.

Ese fenómeno se podría explicar en el marco del concepto de “agenda setting”, o jerarquización de noticias, que remite al conjunto de temas contenidos en el discurso de los medios de comunicación de masas. Es decir, la prensa tiene el poder de influir y determinar el grado de atención que el público otorga a ciertos temas sometidos a la atención y al interés colectivo. En palabras del investigador en comunicación Enric Saperas, “los medios de comunicación, mediante su capacidad de establecer la agenda pública, no determinan qué piensa la gente, sino sobre qué debe pensar”.

Según explica el periodista Jorge Halperín en su libro “Noticias del Poder”, los siete actores que construyen la agenda de los medios son: los poderes económico y político, las fuentes de poder corporativo, los “gajes del oficio”, el factor de clase, la sociedad civil y los medios mismos.

Desde esa perspectiva, el primer albañil de la grilla mediática es el gobierno, y en menor medida el arco opositor, siempre y cuando tenga significativa repercusión pública.

A partir de que la tecnología llegó al mundo de las telecomunicaciones los políticos debieron adaptarse a su lógica, y comenzar a frecuentar canales de televisión, redacciones periodísticas y estudios radiales ya que la comunicación no sustituye a la política pero sí le permite subsistir.

La cosecha de contactos que sirvan como fuentes es una de las tareas más necesarias que dejen realizar los periodistas a lo largo de su carrera, pero muchas veces, más aún si ese portavoz es un hombre político, lo que comienza siendo una relación rígida termina en un tuteo entre ambas partes y en un negociado a espaldas de la gente que va condicionando al periodista respecto a la información que se le brinda. Por lo tanto, éste puede convertirse en un vocero oficial del funcionario, instalando en la agenda de los medios sus proyectos, y dejar de lado la riqueza coyuntural que su figura pueda representar.

El poder de los gobiernos de influir en la programación mediática reside –según Halperín- en su capacidad de afectar a todos los ciudadanos a través de sus políticas. Siendo ese uno de los criterios de noticiabilidad es lógico que los gobernantes tengan espacio en las noticias pero la importancia radica en la forma en que esas crónicas se presentan y qué intereses hay detrás. Eso se comprende a partir del segundo agente edificador de agenda que es el factor económico.

“No hace falta aplicar un sistema de premios y castigos “publicitarios” para hacer sentir sobre los medios el poder condigno y el compensatorio”, señala Jorge Halperín en relación a la distribución desigual de la pauta oficial, que actúa como un arma de poder para los medios afines al gobierno y de debilidad para los reticentes. Y agrega: “el retaceo de información o, al revés, su entrega generosa, configuran una presión que muchas veces resulta insostenible para periodistas y editores, y alcanzan para instalar agenda en los medios”.

Existen ciertas instituciones del entramado social que manejan los hilos de ciertos temas que a su entender deberían estar en boca de todos o en su defecto ocultarlo a la sociedad. A ello apunta el tercero de los agentes que tienen incidencia en los medios al que Halperín denomina “poder corporativo” e incluye entre otros a la Iglesia Católica, los sindicatos y las Fuerzas Armadas.

Un ejemplo de ello lo constituye el fenómeno acaecido a raíz de la sanción de la Ley del Matrimonio Igualitario por el que la Iglesia Católica sostenía un discurso fuertemente contrario y lo hizo filtrar por diversos canales referentes de la oposición, mientras que por las señales oficialistas o no se nombraba a la entidad eclesiástica o bien se la desvalorizaba.

“Hay otro factor difícil de enunciar pero bien influyente en la conformación de agenda de los medios: podríamos llamarlo “gajes del oficio”. Y sería la combinación de saberes del oficio de periodistas y editores, la fuerza de sus gustos y rutinas profesionales, sus prejuicios y sus intuiciones”, precisa el autor de Noticias del Poder.

El periodista Tom Wolf bautizó a quienes realizan ese trabajo como “gatekeeper” (guardián de la puerta) es decir, aquel que tiene el poder de decidir si dejar pasar o bloquear la información. Sus decisiones se efectúan sobre la base de un conjunto de valores que incluyen criterios profesionales y organizativos, como la eficiencia, la producción de noticias o la velocidad.

El factor de clase es otro de los actores que tiene incidencia sobre los temas que se instalan en el imaginario colectivo a través de los medios. Halperín señala al respecto que tanto los productores como los receptores de la información pertenecen al estatus social de la clase media, por lo cual todas las noticias son presentadas desde ese punto de vista, y con todos los prejuicios propios de esa clase.

La televisión es una herramienta que refleja en gran medida esa situación. Ya sea desde los noticieros o programas de contenidos varios se naturalizó la idea de que los delincuentes son jóvenes villeros así se pone al aire una entrevista realizada al Comisario Naldi, en el programa La Cornisa, conducido por Luis Majul, y emitido por canal 11 el 31 de mayo de 2002 cuyo eje central fue: “Las estadísticas dicen que el 80 por ciento de los delincuentes vienen de las villas”, pero sobre lo cual no se precisó el origen de esos datos y mucho menos se presentaron otras voces que ampliaran el tema.

Por otra parte, es moneda corriente escuchar a los ciudadanos decir “el día tal vamos a hacer una marcha para exigir seguridad pero tiene que ir todo el país por que sino no vienen los medios y lo que no está en los medios no existe”. Eso refleja que sólo cuando se logran generar acontecimientos extraordinarios, la sociedad civil tiene el poder de penetrar en la prensa. Aunque eso no quita que puedan cambiar los planes de los medios de vez en cuando.

Por último, Jorge Halperín destaca como séptimo agente constructor de agenda a los propios medios de comunicación en el sentido de que existe un temor en estas empresas por perder consumidores que los lleva a cubrir las mismas noticias así tengan que citar como única fuente a la radio, el canal o el periódico que lanzó la primicia. Por lo tanto construyen una red temática que a los ciudadanos les resulta imposible librarse.

El fenómeno de la construcción de agenda podría compararse con un espectáculo de títeres. El productor sería el medio de comunicación, los actores que manejan los títeres podrían ser tanto las fuentes, que manejan a los periodistas (o sea, los títeres) con el fin de filtrar información que se instale en la agenda, o bien los periodistas, que manejan a las fuentes (o sea, los muñecos) tratando de complacerlas para que el medio al que responden reciba algún rédito económico.

Del otro lado, en el sector del público estarían los niños y los adultos. Los primeros, ingenuos, representarían a los ciudadanos comunes, que reciben pasivamente las noticias de los medios sin presumir que detrás de la risa o el drama hay una red de intereses dispuestos a poner en plana una serie de temas y no otros. Y los espectadores adultos serían aquellos que conociendo o imaginando el detrás de escena deciden disfrutar del show teniendo la confianza de que a su término el hechizo se romperá y los hilos de su imaginario no podrán ser manejados por ningún titiritero, o mejor dicho, ningún medio de comunicación.

Voces del alma que llegaron a la Tierra


Bendita pluma que con la creación me inspiras / dale a mi tierra la canción que alegre el corazón. Así poetizó el gran Miguel Abuelo en una de sus bellas canciones en 1983 llamada Sintonía Americana, con la que podría resumirse un sentimiento compartido entre las voces cantoras a poco de concluida la Guerra de Malvinas y con una democracia que comenzaba a dar sus primeros pasos.

Si bien el fenómeno del rock nació en Argentina a mediados de los años 60, recién alcanzó la altura del reconocimiento a fines de la década del 70 y principios de los 80, cuando varios jóvenes, en grupos o solistas, comenzaron a crear un nuevo código para comunicarse con una sociedad que estaba destinada a una totalitaria sordera de pasividad. Ese código se plasmó en partituras y acordes, en palabras y estrofas.

Según una disposición de la Junta Militar de 1982, las radios tenían prohibido pasar música en inglés debido al conflicto bélico que estaba atravesando el país, lo que generó cambios por un lado positivos para la construcción de una identidad musical propia, pero por otro negativos ya que había artistas que hacían covers o tenían la mayoría de su repertorio en inglés.


Un retrato de esa época lo pinta claramente uno de los integrantes de Sumo, Diego Arnedo: “Íbamos a buscar laburo por los bares con Timmy (Mac Kern), y le dábamos un casete al dueño. Cuando escuchaban que Luca cantaba en inglés respondían ‘Flaco, ¿estás loco?, ¿querés que me rompan todo el bar?’”.

“El efecto pos-Malvinas era alucinante: todo se decantaba, el underground era amplio, belicoso, explosivo, y la generación de los chicos de la guerra estaba sintetizando la dura realidad con los años de oscuridad, ecualizando sus años de represión visible o invisible con las máscaras del país real”, expresó el periodista Pablo Polimeni, en su libro sobre el líder de Sumo: “Luca, un ciego guiando a los ciegos”.

El origen del rock argentino también tuvo como testigos a dos sitios emblemáticos en los que músicos amateurs se juntaban a zapar los nuevos ritmos. Ellos fueron primero La Cueva, un sótano de la avenida Pueyrredón, y luego La Perla de Once, una confitería ubicada en Rivadavia y Jujuy.

“Juntábamos tres o cuatro mesas en el fondo del bar (…) y nos reuníamos a teorizar sobre la vida, el mundo o cualquier experiencia. Nos pasábamos las canciones, las ideas y lo hacíamos con fervor y generosidad sin tener noción de que estábamos haciendo algo importante; mientras Javier y Moris hacían sus canciones, yo escribía cosas ideológicas para tratar de despertar a la gente”, rememoró Pipo Lernoud en el libro “Paladín de la Libertad", biografía de Miguel Abuelo y sus Abuelos de la Nada, de Juanjo Carmona.

El terrorismo de estado en Argentina provocó la fuga obligada de muchos artistas que por el simple hecho de plasmar sus pensamientos en canciones eran amenazados de muerte y sentenciados bajo el sello de la subversión. Pero hubo otros tantos que apretando los dientes y haciendo uso de sus inventivas lograron abrirle los ojos al pueblo y transmitirle la verdadera cara de un país cruel. Charly García, Fito Páez, León Greco y Luís Alberto Espineta fueron algunos de ellos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

La construcción violenta de un país

Un niño de 6 años corretea por la vereda con un libro colorido en cuya tapa se lee “Un elefante ocupa mucho espacio”, hasta que los gritos desesperados de su madre suspenden su diversión. “¡Te dije que no sacaras de casa ese cuentito que es peligroso!”, lo reta. Podría resultar exagerado pero no lo es si se sitúa el hecho en la Argentina de 1976, donde hasta en la inocencia de un texto podía reconocerse “una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo”, tal como señala un decreto militar de la época.

La violencia emergente en la década del 70 no surgió en un paisaje pacifico ni desentonaba con las situaciones de autoritarismo extremo que padecían o estaban próximos a hacerlo los países de América Latina. De hecho, más de una década antes, había comenzado a gestarse en Argentina el terrorismo de Estado y aquel mensaje de miedo que se mantiene aún hoy entre quienes miran la política de afuera.

El 15 de abril de 1972 la Asamblea General del Poder Legislativo uruguayo aprobó la suspensión de garantías individuales y la declaración del "estado de guerra interno", lo que significó el estallido de un golpe militar. Un año más tarde, los vecinos chilenos sufrieron el derrocamiento del gobierno del socialista Salvador Allende de la mano de Pinochet tras un período de alta polarización política y convulsión social. Otro caso de pronunciamiento militar en el continente fue el que se produjo en Nicaragua en 1979.

Por otra parte, en Argentina, el presidente de facto Juan Carlos Onganía alimentó durante los años de su mandato (de 1966 a 1970) el fuego de lo que sería un incontrolable malestar social. A partir del plan económico Krieger Vasena revocó las medidas de nacionalización y control de capitales del gobierno de Illia, congeló los salarios y devaluó un 40% la moneda nacional.

Uno de los episodios de notorio abuso de autoridad fue la represión en las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, conocida como la Noche de los bastones largos, en la que no solo fueron detenidas 400 personas sino que cientos de científicos e investigadores se exiliaron, constituyendo una significativa "fuga de cerebros".

La conformación de Montoneros en el 67 y la explosión del Cordobazo dos años más tarde, que dio como saldo la caída de Onganía y el regreso al poder del peronismo, también dejaba entrever la idea de una transformación social por vía de la violencia armada.

Luego del levantamiento en Cordoba nacieron las guerrillas, y con Perón al poder, ”la violencia durante la democracia provenía de las contradicciones ideológicas entre los distintos grupos peronistas”, según analiza Félix Luna en "El tiempo en el que se perdió la cabeza".

Hacia 1974 los grupos guerrilleros estaban consolidados, se atacaban mutuamente. Montoneros y la JP se volcaron al terrorismo, al igual que el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) que pertenecía a un sector de la izquierda no peronista. Para la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) el fin era eliminar a aquellos que consideraban “revolucionarios”.

El terror de los años 70, intensificado tras la muerte del general Perón rompió con un pacto social, desestabilizó a toda una república y desató una constante violencia política y social, en un panorama retratado a la perfeccion por el periodista y argentino de valiosos principios como fue Rodolfo Walcs en la Carta Abierta a la Junta Miliatar de 1976.

El vaciamiento ideológico, cultural y social fue planificado y ejecutado por los dictadores en Argentina a partir de la desaparición de 30 mil personas, el exilio de 301 profesores universitarios, entre los que había 215 científicos, la emigración forzada de músicos y escritores, la quema de libros y fundamentalmente a partir del miedo que sembraron hace mas de treinta años y que aparece continuamente como un fantasma entre las generaciones que no encuentran líderes carismáticos ni ideológicos con los que compartir un proyecto de país.

Aquel niño que corría con el libro prohibido en sus manos quizá se paralice, al menos en una primera instancia, cuando alguien alguna vez le proponga participar activamente de la vida política de su tierra ya que recordará los destinos fortuitos que tuvieron los militantes del ’70. Pero si por el contrario reacciona, querrá decir que él le ganó a la mochila de miedo que carga desde aquella época, y que quisieron imponer como un estigma los asesinos de los ’70.

Misiles que alejan la paz y recuerdan la guerra


El silbido de los misiles, grabado a fuego en la memoria de los soldados que lucharon inocentemente por defender la soberanía de las Islas durante la Guerra de Malvinas, vuelve a aparecer como un susurro en la sociedad argentina. A 28 años de aquel trágico acontecimiento, Gran Bretaña amenazó con disparar cohetes hacia la tierra y el agua con el fin de explorar y explotar petróleo.

El fantasma de los ejercicios militares retumba en el continente argentino a partir de la notificacion que las Fuerzas Armadas británicas le hicieron llegar al Servicio de Hidrografía Naval nacional, donde se señalaba la decisión del país europeo de comenzar con la puesta en marcha de ejercicios marciales en la costa este del archipiélago. Esas acciones fueron acertadamente repudiadas por el Gobierno argentino por tratarse de una maniobra unilateral, que no acata los tratados internacionales.

El nuevo emprendimiento, que generaría millones de dólares, está a cargo de la compañía privada Puerto Smyley Ltd, y si todo sale como se espera –según la Agencia Mercopress- pronto se instalarían contenedores para caños, una planta de tratamiento de aguas, un almacén y suministro mar adentro para hasta ocho buques, asi como un muelle de carga y de combustible.

La ira que generó la iniciativa en las autoridades locales, por constituír una provocación inaceptable en el marco de la postura argentina sobre “la busqueda de una solución pacífica de la controversia” desde hace años, pudo no haber sido tan grave si al menos se hubiese hecho una presentación formal entre primeros mandatarios, o en su defecto se hubiese convocado a una asamblea de la ONU.

“Los ejercicios militares contravienen el objeto y fin de los acuerdos bilaterales sobre medidas de fomento de la confianza en el orden militar vigentes entre los dos países”, sentenció el vicecanciller Alberto D’alotto. En ese sentido, las resoluciones de Naciones Unidas –según precisó Héctor Timerman- prohibe explorar y explotar minerales o petróleo en terrirorios en disputa, y realizar ejercicios misialisticos en las áreas en conflicto, como son las Islas Malvinas ya que Argentina continúa reclamando la soberanía del territorio.

El conflicto entre Londres y Buenos Aires no aterrizó con las últimas novedades sino que ya en febrero el Reino Unido se jugó una carta fuerte que acrecentó las rispideces. Pese al decreto firmado por la presidenta Cristina Fernández, en el que se indicaba que todos los barcos que se dirigían hacia o desde las Islas Malvinas a puertos nacionales debían contar con un permiso previo de la Argentina, llegó al archipiélago la plataforma petrolera Ocean Guardian.

El tesoro de los 60 mil millones de barriles de petróleo que se suponen yacen en torno a la Isla austral ya conformaban uno de los principales motines que los soldados británicos no estaban dispuestos a entregar durante el enfrentamiento bélico de 1982, y al que se aferraron con todo su poderío. De hecho los misiles “Rapiers”, que ahora se pretender disparar, permanecen en la ciudad de los kelpers desde la Guerra y tienen la capacidad de impactar en blancos voladores.

Si bien geografica e históricamente las Malvinas son argentinas, y pertenecen al territorio nacional, la ocupación de las islas del sur fueron legitimamente ocupadas ya que fueron los británicos quienes resultaron victoriosos de la disputa bélica, la que desde un primer momento tenían ganada por encontrarse en superioridad de condiciones. Pero al estar la soberanía de la región en el foco de la polémica, es indebido y rebelde decidir llevar a cabo operaciones militares, en el marco hermético que Gran Bretaña ha adoptado respecto a posibles negociaciones. Y ante el rechazo que esas iniciativas generó en la comunidad internacional, principalmente de América Latina.

sábado, 30 de octubre de 2010

Sistema Mediático Central

Así como la propiedad de tierras en manos de pocos hacendados criollos fue el factor principal de un periodo histórico de la Republica Argentina, en materia de medios de comunicación, la concentración de la información comenzó una carrera acelerada desde la década de los ’90 a esta parte.

Desde el término mismo de democracia se establece que el poder reside en el pueblo y que son sus miembros quienes, a través de mecanismos de participación indirecta, toman las decisiones que responden a la voluntad colectiva. Sin embargo, ni la ley 22.285 de Radiodifusión de la dictadura, ni los decretos que durante la presidencia de Carlos Menem modificaron algunos de esos artículos, surgieron del consenso de la población argentina. Peor aún, nacieron para su perjuicio.

Es a partir de la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica en 1989, cuando comienzan los grandes cambios en el sector radiotelevisivo y se inicia el proceso de privatización y concentración en el sistema de medios. Ello se produce a partir del visto bueno que se le da a las industrias gráficas para que puedan ingresar como propietarias de los medios de radiodifusión.

El banderín en alto de Menem provocó que los grupos editoriales más importantes se hagan propietarios de los canales de aire: Clarín se queda con Canal 13, que a su vez ya tenía, a través de testaferros, el control de Radio Mitre y FM 100; Editorial Atlántida se queda con Canal 11 (Telefé) que ya estaba relacionado con Radio Continental. También adquiere importancia el grupo de Eurnekián, que de tener sólo El Cronista Comercial, pasa a controlar Radio América, Canal 2 y Cablevisión.

Dentro de ese panorama, la población cree una realidad brindada por la prensa en la que se encubre otro escenario imbuido de intereses que actúan como filtros entre la verdad de los acontecimientos que se cuentan, por un lado, y la gente que consume dicha información, por otro. Es decir, una persona que se informa a partir de la radio, el diario y la televisión podría confiar en la veracidad de lo que transmiten, pero no reparan en que probablemente esas difusoras respondan a la misma empresa.

A casi un año de sancionada la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, sigue poniéndose en tela de juicio la intencionalidad política por la que fue sancionada, pero pocas voces se resalta el sendero que caminaron más de 300 organizaciones nucleadas en la Coalición por una Radiodifusión Democrática”. Desde allí se redactaron 21 puntos básicos que no podían faltar en la nueva reglamentación, y que de hecho fueron incorporados. Es decir que la “ley de medios K”, como quiso rotular peyorativamente el Grupo Clarín, no se impuso dictatorialmente, sino que se debatió en Foros Regionales, coordinados con Universidades Nacionales, organizaciones de la sociedad, cámaras empresarias, sindicatos, asociaciones de radiodifusores y público en general.

Históricamente el periodismo ha sido considerado el cuarto poder de toda sociedad, por la capacidad que tienen los medios de comunicación de instalar temas de debate en la opinión publica, y de controlar ciertos abusos del gobierno. Sin embargo esa fuerza ha construido una red de tejidos entre las empresas multimediales que conspira contra la democracia, al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el derecho a la cultura y a la información de los ciudadanos. Por lo tanto, más que un sistema de medios es un sistema nervioso, donde la única coordinación que reina es la del favor y su retribución.


Libertad, socia de los soñadores

Un virus fue engendrado en la sociedad francesa de 1968, y no fue precisamente de carácter infomático o biológico. Se alojó en las mentes de los jóvenes y de allí se propagó a nivel mundial. A pesar de haber sido llamada la Semana Rabiosa, no fue la rabia la que generó la movilización de las masas en los primeros días de mayo, sino el deseo por lograr una verdadera revolución de la libertad.

A pesar de que en casi todas las rebeliones de la historia se inscribieron causas y consecuencias políticas, lo ocurrido en el Mayo Francés trascendió esos recintos. El anhelo reinante de provocar un cambio social anticapitalista y anticomunista, y por ende posicionarse en una tercera arista socialista, pronto desató manifestaciones socioculturales reprimidas, que por su vigencia hasta hoy marcan el indiscutible triunfo de aquellos agitadores.

Fue desde las aulas de la universidad de Nanterre, desde donde filósofos como Jean Paul Sartre y Herbert Marcuse, comenzaron a generar, a través de la transmisión de sus ideales a los alumnos, el caldo de cultivo para una inminente rebelión estudiantil. Pero ese no era el lugar para reclamar, ya que “La política pasa en la calle”, tal como se leía en una de las paredes parisinas.

“Es la invasión de la esfera política por los problemas culturales, del mismo modo que la revolución industrial correspondió, en 1848, a la invasión de la política por los problemas de trabajo. En 1968, entraron problemáticas completamente nuevas en el debate público, relacionadas a las minorías, a la inmigración, a las reivindicaciones regionales. El vocabulario, la representación de los hechos y sus medios de existencia”, argumentaba Alain Turaine, por entonces director del departamento de sociología de Nanterre.

El movimiento naciente trajo consigo expresiones típicas de la juventud, enaltecidas por un gran sentido de la creatividad y la imaginación que se vieron representadas en las serigrafías, los escritos en las paredes, lo que se cantaba y las pancartas. En palabras de Beatriz Sarlo: “El Mayo francés fue el pop art, el arte conceptual, el happening, la instalación, los graffiti, el collage, la historieta: todas las formas del vanguardismo internacional sesentista”.

El estandarte “Desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta”, no es más que la onda expansiva de un movimiento hippie en pleno auge, y que Turaine inscribe también en los días de mayo: “Diría sobre todo que 1968 cambió nuestra relación con nosotros mismos, nuestra construcción de la vida cultural, y en particular, nuestra relación con la sexualidad”:

La presencia de mujeres entre el millón de obreros y estudiantes, durante las marchas que se produjeron a lo largo de toda Francia al grito de “De Gaulle asesino” y Gobierno popular”, marca el detonante de la liberación femenina que venia produciéndose a partir de la igualdad de los salarios y la libertad de procrear. Al mismo tiempo se fecundan los movimientos ecologistas y antirracistas.

Si bien la revuelta del 68 no logró provocar un cambio radical del viejo orden político, ya que las burocracias partidarias permanecieron aún con un socialista-comunista como fue François Mitterrand, quedó demostrado cómo las clases subalternas pudieron caminar a la par de la “inteligencia universitaria”. Cambió las pautas de comportamiento e introdujo nuevos valores. Fue un acontecimiento bisagra en cuanto al rol de la juventud que quería amar, y no por ello ser “Ni robot, ni esclava”.

martes, 5 de octubre de 2010

De dominados a legitimados

El 17 de octubre de 1945 la Argentina amaneció envuelta en un verdadero carnaval del cual los protagonistas y espectadores convergían en una única figura: la clase obrera. En el curso de la fiesta –según Mijail Bajtin- sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad. Justamente fue por derechos, que pretendían negárseles, y que los hacía más libres, que las clases subalternas pusieron aquella jornada el grito en el cielo.

Los beneficios obtenidos por Perón, como el Sueldo Anual Complementario (aguinaldo), los subsidios por accidentes de trabajo y los reiterados aumentos de salarios, dotaron al proletariado de una confianza que estuvo reflejada en las posibilidades que, partir de entonces, se generaron para ascender socialmente, y dejar de estar dominados y marginados de la escena política, civilizada y cultural del país.

Tras la detención de Perón, los rumores que anticipaban la anulación de la legislación laboral implementada y las conquistas logradas corrieron como una llama encendida entre los centros fabriles de Buenos Aires y el Interior, quienes organizaron levantamientos espontáneos en distintos puntos del país, presionando a la CGT para que declarara una huelga general para el día 18. Pero el fervor y la impotencia se dieron cita un día antes.

Las aguas que rodean a la Isla Martín García acallaban a Juan Domingo Perón y lo separaban de los miles de trabajadores que habían representado su principal objetivo de lucha mientras fuera Secretario de Trabajo y Previsión. Pero tal estandarte demostró que ya podía valerse por si mismo y revertir la balanza del anormal equilibrio social que reinó durante los gobiernos conservadores, cuyas políticas no posicionaban al obrero como beneficiario sino como victima.

Los violentos ataques protagonizados por obreros, el Día de la Lealtad, en Berisso, Ensenada y La Plata, contra símbolos de la elite como la Universidad, los diarios tradicionales de El Día y La Prensa, y el Jockey Club, estaban cargados de resentimiento y bronca, ya que esas instituciones habían sido vedados para la “muchedumbre”. Un canto de aquella jornada refleja ese sentimiento: “Piantate de la esquina oligarca loco, que el pueblo no te quiere y Perón tampoco”.

Durante las dos primeras presidencias de Perón se implementaron acciones democratizadoras de la sociedad que permitieron la incorporación de los sectores populares a ámbitos prestigiosos como el cine, las canchas de fútbol, los teatros, entre ellos el Colón, las escuelas medias y universidades y los complejos vacacionales, entre otros. De ese modo las clases altas vieron invadidos los espacios que eran de su exclusividad.

Si bien es cierto que desde su cargo en el Departamento Nacional del Trabajo, en 1943, Perón ya tenía como objetivo claro organizar las bases de su proyecto político, que se vio reflejado días más tarde en el Partido Laborista, es innegable que ex presidente no ilusionó al pueblo y luego lo traicionó. Los frutos de la primera y segunda presidencia del General son palpables y observables. Lo que no es poca cosa en el campo de la política donde del dicho al hecho suele haber un gran trecho.